Bienveni@s a este espacio de producción textual, aquí podrás disfrutar de las
historias no contada, aquellas que difícilmente sacamos del corazón, hoy nuestros estudiantes nos las comparten, aquí en esta nueva edición del boletín.
¿Destino o maldición?
Hace poco tiempo, aún estando en mi pueblo, los integrantes de un club juvenil acordamos hacer un paseo hacia una quebrada muy concurrida por ser un lugar turístico de un municipio cercano, para llegar a ese lugar de la forma como lo habíamos previsto, debíamos ir hasta los límites de los municipios, en una vereda llamada Los Chorros y cruzar una montaña. La idea consistía en desplazarnos en vehículo hasta la vereda y luego pasar la montaña caminando, al regresar haríamos lo mismo.
El club juvenil era bien dirigido por lo que nos llenábamos de expectativas sobre lo que nos tuvieran preparado los directivos y organizadores de la actividad razón por la cual nadie se quería perder un paseo como éste, además de esto, sólo bastaba reunirnos para disfrutar lo que se presentase, bueno, al menos eso parecía.
Como se había indicado previamente en reuniones, un sábado cualquiera a las seis de la mañana debíamos estar en el parque principal del municipio para partir en concordancia con lo acordado. Llegamos y pasaron lista, al mismo tiempo que recogían las autorizaciones para ir al paseo, puesto que el grupo presentaba edades entre los doce y veinticuatro años lo que implicaba que los menores presentásemos los permisos correspondientes por parte de los padres.
Mientras transcurría lo habitual me acerqué al coordinador del grupo para obtener un poco más de información sobre la actividad:
- Parece que todo marcha como lo esperábamos-. Le dije.
- Eso parece, si todo sale bien lo pasaremos de maravilla, ya verás cuanto te divertirás.
- ¿Y en cuanto tiempo llegaremos a ese famoso lugar que dices me impresionará tanto?
- Por lo general se tarda alrededor de cinco horas, debes tener paciencia y mucho coraje para disfrutar de tal majestuosidad.
- Durante el camino puedes sentir que desfalleces pero, una vez estás allá, una suave brisa te recibe golpeándote y haciéndote sentir que has llegado al paraíso, no pasa un instante sino-¿sin?- que estés envuelto en sus suaves sedas complacido de poder contemplar el devenir de cada momento circundante en el medio; jamás volverás a experimentar tal quimera.
- ¿Será cierto que existe un lugar así?, pensé, alejándome hacia donde estaban los demás.
Se hizo el llamado para arribar el bus escalera, en el que nos desplazaríamos y quien sería participe en mi anhelo por arribar de inmediato al lugar de que tanto me habían hablado. Precipitadamente busqué un lugar junto a quienes con frecuencia consultaba sobre asuntos del grupo, ellos eran los mayores del club y lo cierto es que me sentía muy bien en el ambiente que se generaba a su alrededor.
Leo, Diana y Andrés eran con quienes más simpatizaba pues, no manifestaban objeción alguna por mi edad, sólo imprimían confianza en mis actos y yo con mi naturalidad intacta, no los decepcionaba.
Durante una hora, aproximadamente, sostuvimos un espacio de risas, chistes y derroche de alegría, lo que hacia más interesante el viaje.
De repente, apenas en la mitad del camino, la escalera se detuvo, un escuadrón de hombres que vestían camuflados y poseían armas impresionantes, se subieron al auto e indicaron al conductor que continuara la marcha. Pudiera dar inicio a una detallada observación de las características de los sujetos que apenas hacia unos segundos habían llegado como una temeraria parvada de aves carroñeras, a menos que careciera de conocimiento de una cruda realidad, la misma que no era ajena a ninguno de mis compañeros: esa zona era totalmente controlada por tropas de las Autodefensas Unidas de Colombia, razón por la cual no requería esfuerzo alguno su identificación.
Ya nada era como antes, los ánimos se fueron al piso y nadie se atrevía a dejar caer una sola palabra, lo único que se escuchaba puede resumirse en un gigante, pero silencioso, respiro de temor; hasta Leo se notaba tenso, que siempre había dicho que no lo asustaba ni la muerte, a veces me pregunto si esto era real, si de verdad él no temiera a este tormentoso, pero inevitable paso, que todos, un día hemos de dar.
Como de costumbre consulté a Leo sobre lo que acontecía, de seguro él sabría de qué se trataba
- oye Leo ¿qué significa todo esto?
- No lo sé, respondió, en las demás ocasiones que he pasado por aquí nada de esto ha sucedido.
- Entonces ¿qué querrán?, ¿Qué buscarán?
- Ya te dije que no lo sé, y ahora cállate que nos pueden agredir, sabes cómo son estas personas-, dijo.
Pasado un rato, uno de los hombres da la orden de parar, el conductor obedeció y ellos se bajaron, pero había algo anormal, no nos daban autorización de continuar, ya la monotonía generaba sospecha.
Intempestivamente ordenaron que nos bajásemos de la escalera, no recuerdo qué motivos dieron, pero, si hubiera sabido lo que nos esperaba, jamás me bajo del auto.
Sin pronunciar una sola palabra, y con actitud agresiva tomaron a Leo por el brazo y le arrojaron al piso, de inmediato iniciaron a propinarle una serie de golpes que harían estremecer hasta a los muertos, en éstos era en quienes menos deseaba pensar, pero, el destino ya venía girando tan lento, que se hallaba en el dilema de a quién maldecir con su amplio brazo destructor y agobiante.
Todo indicaba, hasta el momento que señalaba a Leo.
Diana, llorando, abrazaba a Andrés y sólo ella sabe qué rondaba su mente en ese momento, él también, afectado por el espectáculo ensordecedor hacia un gran esfuerzo para contener sus lágrimas; los demás; igual o peor de asustados daban la espalda, tal vez con la intención de evitar tener grabada en sus mentes alguna de estas frías imágenes, y yo, perplejo, paralizado como estatua, hacia lo contrario, observaba todo.
No puedo negar que tuve ganas de gritarle a esos hombres que lo dejaran tranquilo y no le causaran más dolor, incluso desee con gran fuerza, mayor que la que tenía antes de que diera inicio este voraz incidente, hacer lo mismo con ellos; pero solo era un niño en contra de más de diez salvajes armados y ansiosos de escuchar la melodía atroz que trae el disparar sus armas, y no vacilarían en descargar sus cartuchos sobre mi cuerpo, parece exagerado, pero para ellos un niño es tan peligroso como un adulto por lo tanto, no dan espacio a la oportunidad de culminar cualquier acción amenazante en su contra.
Por un instante, como por artificio mágico todo quedó quieto y en silencio, hasta Diana calló que no paraba de llorar sin consuelo. El líder de los agresores de mis compañeros había llegado, uno de sus hombres se le acercó, le dijo algo en secreto, este asintió y se marchó.
De inmediato el hombre sacó su pistola, la puso ante la cabeza de Leo y disparó tan de seguido que me heló la sangre, cada disparo sonaba cual cañón en batalla de libertad, cada vibración sonora se percibía sin excepción alguna, entrando con una fortaleza que derrumbaría las más altas y rígidas murallas existentes en un ser.
¡No lo podía creer!, la persona con quien había vivido tantas experiencias, con quien había pasado tantos momentos de felicidad, gracias a sus divertidos chistes, posaba allí tirado en el piso, inerte y callado para siempre, ya nada cambiaría la situación.
Como si no hubiera pasado nada, las bestias se marcharon como quien ha tomado su presa, dejando estático a un grupo de jóvenes que estallaban en un llanto ensordecedor por la pérdida de su gran amigo.
Todos estábamos atónitos y poseíamos sentimientos encontrados, odio, angustia, tristeza, desolación, pero no había nada más que hacer, pensé, ya estaba muerto.
En ese instante alguien dijo con voz entusiasta, pero decaída "puede estar vivo llevémoslo al hospital", por un momento afloraba una esperanza y al parecer todos nos aferramos a ella, aunque supiéramos que las posibilidades de salvarse eran mininas, ¡el daño era certero!.
En el hospital solo confirmaron lo que todos sabíamos pero nos rehusábamos a aceptar:
¡ Leo estaba muerto!.
Al parecer todo acababa en eso, ahora seguiría el ritual que se hace con todo fallecido, pero no era así, la desgracia aun rondaba. En el velorio estábamos todos Diana, Andrés, el coordinador del club, los demás y por supuesto yo, acompañábamos a nuestro gran amigo en sus últimos minutos en este mundo.
Con una honda tristeza Diana me dijo:
- ¿Por qué tenía que pasarle a él?
- No está en nosotros la decisión de cuando irnos-.
Fue lo único que le pude decir.
Sorpresivamente, un hombre extraño se acercó a la madre de Leo, quien estaba destrozada, le dio un abrazo y le entregó una nota, ella correspondió a su expresión, recibiendo lo que significaría más pena para las almas de todos aquellos que valorábamos hondamente a Leo.
La nota decía:
"Que Dios y tu hijo te acompañen;
Él ha muerto por error"
AUTOR: Illecebris Irretitus
Comentario hecho por la profesora María Edilia Montoya; docente universitaria que acompañó el proceso de escribir para publicar,año 2006.
*El relato como tal tiene una excelente progresión dramática, ya que se inicia con unas imágenes idílicas que contrastarán con los sucesos posteriores.
**La historia está muy bien planteada y mejor desarrollada. Tiene dos muy logrados puntos de giro:
De repente, apenas en la mitad del camino, la escalera se detuvo, un escuadrón de hombres que vestían camuflados y poseían armas impresionantes, se subieron al auto e indicaron al conductor que continuara la marcha.
Pasado un rato, uno de los hombres da la orden de parar, el conductor obedeció y ellos se bajaron, pero había algo anormal, no nos daban autorización de continuar, ya la monotonía generaba sospecha.
Intempestivamente ordenaron que nos bajásemos de la escalera, no recuerdo qué motivos dieron, pero, si hubiera sabido lo que nos esperaba, jamás me bajo del auto.
***Utiliza de manera adecuada el tiempo: inicio, desarrollo y final redondo.
****El recurso de los diálogos es creativo y da muy buena idea de la mentalidad de los personajes, aunque alguno de ellos parezca un tanto afectado y artificial: Durante el camino puedes sentir que desfalleces pero, una vez estás allá, una suave brisa te recibe golpeándote y haciéndote sentir que has llegado al paraíso, no pasa un instante sino-¿sin?- que estés envuelto en sus suaves sedas complacido de poder contemplar el devenir de cada momento circundante en el medio; jamás volverás a experimentar tal quimera.
Comentario
Una historia muy bien desarrollada y dosificada desde la parte dramática, con muy buenos momentos pico y momentos de transición. El recurso del tiempo, con su inicio, desarrollo y final deja sentir el paso de las horas desde los preparativos hasta el velorio y descenlace un tanto imprevisto. No tiene un personaje bien delineado y sondeado en profundidad, pero la narración tiene fuerza y agarre. Lo único que se le podría objetar a esta ‘crónica’ es que, el autor se tiene tanta confianza con los diálogos –tanto para intercalarlos en la narración, como para dar cuenta de los pensamientos de los personajes-, que a veces los retoca tanto, que dan la impresión de artificialidad. Por lo demás, me parece un buen trabajo, tanto de contenido como de manera formal. Felicitaciones.