A ninguno de nosotros nos gusta sentirnos despreciados y menos aun, tener que recibir insultos, y abusos de otras personas. En África del Sur, Mohandas Gandhi se dio cuenta rápidamente de que los indios eran odiados, rechazados y frecuentemente insultados. Los peluqueros rechazaban cortarles el cabello. No les permitían hospedarse en hoteles para los blancos. Además de ser maltratados y violentados física y moralmente.
Gandhi era un hombre sencillo, aunque a pesar suyo, la historia se ha empeñado en catalogarlo como un ser extraordinario. La túnica blanca que abrigaba su lánguido cuerpo y las sandalias con las que recorrió tantos caminos lo hacía lucir como el más común de los ciudadanos hindúes, pero la realidad era otra. Detrás de esa apariencia rustica vivía una de las personas más destacadas del siglo XX: Mohandas Karamchand Gandhi.
Había cursado estudios de derecho en Londres donde descubrió que el mundo era diferente; paradójicamente, allí si se respetaba la dignidad humana.
Poco después de su llegada en un viaje de negocios al África del Sur, Gandhi fue sacado del coche de primera clase del ferrocarril, por un policía que obedecía órdenes de un pasajero blanco que se negaba a viajar en un compartimiento con un indio de piel oscura. Después de tener que desocupar la silla para la cual tenía un tiquete, Gandhi tuvo que pasar la noche temblando de frio en la helada sala de espera de la estación del tren. Esa noche medito largamente sobre el futuro de un forastero recién llegado a un país hostil y poco amigable. Tenía entonces tres opciones para decidir: podía olvidar los insultos y los abusos y seguir adelante como si nada, podía regresar a la india como lo había pensado o, bien, podía quedarse y luchar contra los prejuicios raciales. Gandhi decidió que se deber era permanecer allí y utilizar sus conocimientos legales para defender la gente negra del África del Sur.
Gandhi describió esta temprana experiencia de África del Sur como una cascada, un punto que hace cambiar el rumbo. Era un hombre de cambios, nació para cambiar el mundo. Ahora cuando hacemos retrospectiva su vida, podemos decir que fue bueno que algo hubiera forzado a Gandhi a aguantar las penas y las humillaciones que muchos de sus ciudadanos debieron de sufrir toda la vida. Estas experiencias de injusticia forjaron de aquel tímido y joven abogado indio de 24 años un apasionado defensor de la libertad y la dignidad humana. Debería defender la injusticia durante los 50 años siguientes sin armas: solo con palabras, ideas, ejemplos y sacrificios propios.
Desarrollo un método de alta “indisciplina”, sin violencia, para desobediencia civil. Enseño a sus seguidores, primero en África del sur y luego en la India, de cómo hacer frente a las armas de fuego de los ingleses, a las bayonetas y a los bolillos, con resistencia altamente organizada desarmada y pasiva. Cuando protestaban, incluyendo miles de mujeres, aguantaban los brutales ataques sin contestar, pasivamente. Cuando la gente hacia sus justas demandas a los gobernantes, ya estaban preparados para romper las leyes injustas e ir a la cárcel. Hasta después de muerto, sus enseñanzas siguen mostrando el camino de la lucha si violencia a la gente privada de la libertad y de la justicia (Martin Luther King, Greenpeace, el derrocamiento de Marcos en Filipinas). Hoy aceptamos demostraciones de protesta y presiones pacificas como la manera más natural de hacer frente al mal.
A su muerte, ya Gandhi había llevado la nación India a la independencia. Hitler no había podido derrotar a los ingleses en Churchill, pero Gandhi si los había derrotado. Este hombre gentil y sonriente era honrado por cientos de millones de indios y además por todos los gobernantes del resto del mundo. Las Naciones Unidas, en un gesto sin precedentes, suspendió sus deliberaciones cuando supo de su muerte en Nueva York, era un acto de reconocimiento a un hombre poco común, aun hombre cuya influencia duraría muchísimo después de su muerte. El les dio una nueva herramienta a todos los pueblos oprimido s del planeta; dejo un arma de amor, no de muerte.
Einstein dijo: “vendrán generaciones que no podrán aceptar que hubo una persona de carne y hueso tal como esta, que camino de verdad en esta tierra”.
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